La belleza de las imperfecciones – El arte del Kintsugi

Hoy mi artículo no tratará ningún tema específico en ventas, hoy te contaré algo que si aplicas en tu vida personal de seguro te hará verla de una manera diferente. Incluso te aseguro, que este tema del que vengo a hablarte es tremendamente reparador, tanto en lo personal como en lo profesional, si sabes encontrarle el verdadero sentido a lo que vas a leer, en estas próximas líneas.

La vida muchas veces nos golpea, nos quiebra o nos rompe y vemos esas situaciones como crisis, problemas, dificultades o tragedias; lo que no sabemos es que con cada caída hay un aprendizaje y un crecimiento, algo que desde ese momento en que nos levantamos nos hace mas fuertes y con más valor.

La leyenda que te voy a contar nos invita a que veamos esas caídas y rupturas como espacios por donde nos entra más luz y aprenderemos que no las debemos ocultar o ver como el final de nuestra historia, sino como parte de ella.

Hablemos del KINTSUGI: Como le dicen algunos, «El arte de devolver la vida»

Esta leyenda data del siglo XV, cuando el Shogun Ashikaga Yoshimasa  rompió su chawan (tazón de té chino, especial para la ceremonia del té y además, su tazón favorito) y lo envió a China, su lugar de origen, para ser reparado. Al cabo de unos meses el tazón fue devuelto al Shogun, quien se llevó una desafortunada sorpresa, cuando ve que las partes rotas de su tazón, han sido unidas por grapas metálicas poco funcionales y nada agraciadas.

La rudeza de la reparación, llevó al Shogun a buscar en Japón, artesanos que le ayudaran a dar nueva vida a su querido tazón. Ellos le ofrecieron una mejor solución no solo para volver a hacer el tazón funcional, sino que conservase la belleza de ese preciado objeto cerámico. Es allí cuando surge el ARTE KINTSUGI como una forma no nada mas de arreglar un objeto roto, sino de transformarlo en algo hermoso, renovado y con mayor valor.

Estos artesanos practicaban el arte de reparar las fracturas de la cerámica, uniendo sus partes rotas con una laca Urushi de origen japonés (hecha de resina del árbol Urushi que solo se encuentra en Asia), y rociada con polvo de oro, plata o platino, usando un pincel de kebo o makizutsu.

El arte del Kintsugi Plantea que las roturas y reparaciones cuentan la historia de un objeto y deben mostrarse dignamente en lugar de ocultarse; logrando con esa transformación que dicho objeto adquiera mayor valor, al tiempo que queda más fuerte que el original.

Este tradicional arte japonés nos muestra que cualquier objeto sin importar cuantas veces se haya roto, nunca perderá su belleza. La importancia de esta maravillosa técnica ancestral, ha trascendido a lo largo del tiempo y ha pasado de lo material a lo emocional, convirtiéndola en una filosofía de vida que promueve que, frente a las adversidades y errores, hay que saber recuperarse y retomar el valor que tenemos dentro, para salir con más brillo que antes.

El arte del Kintsugi no pretende ocultar las grietas producidas por la ruptura del objeto, al contrario, lo que hace es resaltarlas y mostrarlas con mayor belleza y valor al estar recubiertas con polvo de oro. Esas «cicatrices» del objeto cuentan su historia y el Kintsugi la hace evidente, a la vez que muestra que el objeto ha adquirido mayor fuerza justamente en esos lugares que antes estuvieron rotos.

Si los objetos tuvieran voz, tendría más para contarnos ese que un día se rompió y que muestra con orgullo sus heridas, a aquel que nunca se ha caído.


Enseñanzas que nos deja el ARTE DEL KINTSUGI:

  • Por muchas caídas y rupturas que tengamos, ellas no son el final de nuestra historia, al contrario, son la voz de esa historia.
  • Reparemos nuestras heridas con polvo de oro y seremos aún más fuertes que antes de tenerlas.
  • La resiliencia es el arte de levantarnos, repararnos, aprender y continuar.
  • Las cicatrices son parte de nuestra belleza y son la muestra de la fortaleza interior que tenemos que un día nos permitió soportar un fuerte dolor.

Levántate, afina tu brillo y haz que resplandezca más que antes de haber caído.

Gracias por haber venido y haberte tomado el tiempo de leerme. Nos vemos muy pronto.

Cuídate mucho, chao, chao.

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